Seguimos aun con la obsesion del circuito de clubs de Berlin. Ahora le toca a otro de los grandes alli. Volvemos a coger prestada la cronica de goa club, para esta ocasion.
Mítico Bar 25, espacio emblemático de la noche berlinesa ubicado en el número 25 de Holzmarktstrasse. Conocido por sus fines de semana interminables durante la temporada estival, Bar 25 ostenta una sólida posición como paradigma de las mejores fiestas de música minimal techno que se celebran en la ciudad. Sus fieles se cuentan por millares. Media Spree se dispone a barrerlo de su terreno.
Uno de los éxitos garantizados de la época veraniega es, sin duda, Bar 25. Junto al río. Espacios al aire libre. La luna llena. La bola de espejos colgando de un árbol. La pista de baile en plena cabaña. Los columpios, los coches de choque y el corsario negro. El ritmo sincopado y envolvente del minimal techno. Su público irrepetible. Sus sesiones maratonianas de postergado final. Bar 25 lo tiene absolutamente todo para conquistar, como una velada convocada por la Preysler en la que no falta Ferrero Rocher ni Porcelanosa. Es el club por excelencia de la escena estival berlinesa. ¿Su único hándicap? Unos baños que piden a gritos una ampliación y reforma. Sus usuarios también.
Tres kilómetros y medio separan Janovitzbrücke de Elsenbrücke. 180 hectáreas dentro de un espacio estratégico que conecta el este con el oeste uniendo los distritos de Mitte, Kreuzberg, Friedrichshain y Treptow. Enclave perfecto donde se sitúa Bar 25. Interiorismo, ¿o deberíamos decir exteriorismo?, entre circense y decorado western. Coches de choque estáticos estratégicamente esparcidos por el ¿local? Un corsario de los de a 50 céntimos el trote. Los coches de choque sin embargo son gratis. Impera la locura bien administrada, el desconcierto jubiloso y la excentricidad (ma)dura. Cuando estás en el Bar 25 te olvidas de ligar para fundirte con la música y con el globo estupendo que todos parecen llevar encima. No me excluyo.
En cuestión de un par de veranos, entrar en el Bar 25 ha pasado de costar 2,5 euros a 6 euros quizá por aquello de que ésta será su última temporada y ahora más que nunca se impone hacer el agosto: un plan de desarrollo urbanístico respaldado por el gobierno, convertirá la zona en un distrito tecnológico. Un proyecto ambicioso denominado Media Spree que aboga por la recuperación urbana de la ribera del Spree. Grandes empresas mediáticas ya poseen su parcela en la zona. Entre ellas O2 y su horrendo estadio a punto de inaugurarse. El plan culminará con otro proyecto, el Spree 2011, que saneará las aguas del río hasta el punto de convertirlas en aptas para el baño.
Detrás de Media Spree subyace una alianza de compañías inmobiliarias, industriales y financieras que responde únicamente a intereses privados y comerciales. Un coloso impasible ante las innumerables protestas de solidaridad que brotan sin cesar contra el nuevo proyecto. Como Media Spree Versenken (‘hundir a Media Spree’), que organiza manifestaciones y recogidas de firmas.
La reputación y popularidad del Bar 25 traspasan fronteras alemanas. Todos disfrutan de la particularidad de este club al aire libre en uno de los tramos más atractivos del río. Bajo el nombre Bar 25 se sustenta una empresa legal que aglutina restaurante, bar, club nocturno, sello discográfico, pequeño cine al aire libre e incluso un catering y hostal. Con una decoración similar a la de un rancho en pleno oeste, la cabaña con más ritmo de la ciudad, celebra este verano su última temporada. Aunque eso también se decía el verano pasado y el anterior.
Bar 25 inauguró la temporada el pasado 1 de mayo con un set interminable en el que incluso participó Richie Hawtin entre otras lindezas del circuito minimalero. Una servidora tuvo el privilegio de ser una de las primeras en pisar las instalaciones pasadas las 12 del mediodía, cuando ni siquiera la música estaba puesta. Yo sí.
Es habitual encontrar gente dormida en los sofás como si fuera lo más natural del mundo. Y no lo digo precisamente porque a mí me sucediera de pura casualidad la primera vez que pisé Bar 25. La notoriedad heterosexual se nota. La española y la italiana también. Dicen que los españoles no son bienvenidos. Y he tenido que escuchar de boca de más de un alemán que no van al 25 porque está lleno de turistas. Yo diría de inmigrantes, más bien. La puerta es dura, eso sí. Hasta el momento, sólo he visto caer al río a una chica que, deduciendo por su cara de desconcierto cuando la ayudaban a salir -mientras se apartaba el pelo que junto a las algas se le pegaban al rostro enverdecido por el agua-, parecía haberse tirado no precisamente porque le hubiera dado el punto.
Si definitivamente lo cierran, sin duda se convertirá en un mito irrepetible, si es que no lo es ya. Uno de esos sitios que te tiras rememorando en el futuro en cada chill out hasta que se agotan los ‘te acuerdas…’. Como pasó con el Midday, el Bali Hai, el Boccaccio Dance o el Xenon de Callao. El Bar 25 desaparecerá como lo hizo el Ostguts en su día, en pos de una arquitectura funcional moderna. Un enclave declarado no apto para la supervivencia en el futuro de Berlín.
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