Confesiones de un opiófago inglés - Thomas de Quincey




Thomas de Quincey escribió en 1820 estas “Confesiones de un opiófago inglés” basándose en sus experiencias personales con el opio, del que fue consumidor a lo largo de toda su vida. Con tintes autobiográficos, esta pequeña novela nos describe la caída en la adición de un joven que abandona sus estudios en busca de una vida más libre pero acaba en la más absoluta indigencia. De resultas de esta vida desordenada, le quedan como secuela unos terribles dolores estomacales a los que acabará encontrando alivio gracias al láudano. Sin embargo, poco a poco se desliza por la pendiente que separa el remedio que sana del vicio que deleita, para acabar por convertirse en un adicto que consume altas dosis de opio cada día.La obra pretende ser un aviso para navegantes acerca del peligro que implica el consumo de opio, un mal de moda en la época. Así el narrador advierte de los terribles males que la droga llevó a su vida y cómo tuvo que forzarse a abandonar su consumo ante el terrible estado al que el opio le condujo. Pero al mismo tiempo, la novela no deja de ser un prospecto sobre las virtudes del opio, sus bondades para con los cuerpos y almas dolientes, donde se especifican las cantidades a tomar o hasta qué punto se puede aumentar la dosis sin que llegue a resultar peligroso.El propio narrador, con gran ironía, explica los muchos conceptos erróneos que rodean el consumo de dicha droga, y antes de arremeter contra ella y relatar los presuntos efectos adversos, elogia los resultados de su uso. Antes de que el abuso del opio le llevara a terribles desvaríos de la razón y mientras se contuvo en los límites de un uso esporádico y moderado del mismo, el opio era capaz de producir en el opiófago una sensación de claridad mental y vigor físico, capaz de sublimar hasta el éxtasis cualquier placer físico o intelectual. La imagen del consumidor de opio como un ser adormilado y laxo parece del todo inadecuada a nuestro hombre que, tras ingerir una dosis de la droga, sentía su intelecto revigorizarse y su cuerpo dispuesto a enfrentarse con cualquier labor sin sentir cansancio.Por desgracia, por motivos que el narrador no explica, aunque pide que el lector confíe en su palabra de que no descendió por las laderas del vicio de forma indolente, el consumo pasó de ser esporádico a convertirse en diario, aumentando cada día la dosis. Pronto el vigor físico dejo pasó al decaimiento y la claridad mental a los más horribles desvaríos.La relación de estos desvaríos viene a ser, en el fondo, el verdadero centro de una novela que se aprovecha de la descripción de los efectos del opio para adentrarse en ese mundo fantástico y atormentado de los sueños de la mente. Cuando la razón se adormece bajo los efectos de la droga, despierta un mundo onírico terrible que se alimenta de las pasadas experiencias y los anhelos más insospechados.El tema de las obsesiones que pueblan la trastienda de la razón y que afloran en los sueños lo reencontramos en “La diligencia inglesa”, breve obra que acompaña a “Confesiones de un opiófago” en esta edición de Atalanta. En ella el relato de cómo un coche correo lanzado al galope está a punto de provocar la muerte de una joven pareja que viaja en un calesín, da pie a la enumeración de los extraños sueños que el incidente provoca y en los que la dama que ocupaba el coche representa distintas figuras en peligro de muerte, cuya salvación atormenta el espíritu del soñante.Lamentablemente, la descripción del confuso mundo onírico, que recuerda al estilo que Gerard de Nerval engendraría más adelante con “Aurelia” produce cierta satisfacción en el lector, y aun aburrimiento. El mejor De Quincey se encuentra en los apuntes que el observador brillante hace de la realidad que le rodea, llenos de una ironía y vitalidad que embelesan. Ese inapreciable rasgo del autor lo encontramos sobre todo en la primera parte de “La diligencia inglesa” y también reluce a trechos entre las páginas de “Confesiones de un opiófago inglés”, pero se pierde después en el embrollo de sueños alucinados que culmina ambas novelas. No obstante y sólo por esos retazos fulgurantes, merece la pena dedicarle tiempo a De Quincey.
Reseña de la sra castro, gracias por dejar que la coja prestada.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado amigo,

me congratula que hayas incluido mi reseña sobre "Confesiones de un opiófago inglés" en tu blog. Sin embargo te ruego que incluyas una indicación de la autoría de la misma en alguna parte.
Muchas gracias. Un saludo cordial.